Criticas Adios mundo Clown/Monica Berman y Maria Elena Nemi
“Caída y redención de un payaso”
Crítica a “Adiós mundo clown” de Javier Lester
Por María Elena
Nemi
”Uno
sigue haciendo los gestos que ordena la existencia” Albert Camus
Vamos al circo. Vamos a reírnos, a deleitarnos con las
ridículas humoradas de un payaso. Preparamos nuestras palmas para el aplauso,
nuestros oídos para los estrepitosos sonidos y nuestros músculos para la
contorsión de la carcajada. Ha llegado el momento de ocupar nuestra butaca. ¡Entremos en la dimensión circense de “Adiós,
mundo clown” y que comience la alegría! Pero,
un momento…no…no... algo no está como esperábamos.
Primer quiebre en el imaginario de los espectadores. Apenas
iluminada entre la penumbra, en un extremo elevado, envolviéndose en una
melancólica melodía que nos recuerda una cajita musical, la figura de un payaso
_ como detenida en la niebla_ nos inquieta. El cuerpo del payaso empieza a
construir la historia: la mano en la
sien y el sonido onomatopéyico. ¡Bang!
Segundo quiebre en la mente de los espectadores. ¿Por qué un payaso ha decidido
suicidarse en público? ¿Acaso es posible que quien hace morir de risa acabe
muriendo de…? ¿De qué? Chichifo tendrá que guiarnos en las respuestas. ¡Después de todo no hemos venido hasta aquí
para esto!
Javier Lester es Chichifo, el clown. Encarna a Chichifo con
una partitura interpretativa que combina precisión minuciosa en los gestos, destreza de movimientos, expresividad fidedigna de las
miradas, vaivenes rítmicos, matices vocales y contrastes posturales…Sonido,
imagen y movimiento en la creación
escénica. Exquisita dramaturgia de actor. Poesía.
La Troup está dirigida por el Maestro de Ceremonias Esteban
Calvo, entramando con inteligencia un gran tejido escénico complejo. Julieta
Candia es la Mujer ilusionista, creadora de un diseño que completa en el
vestuario los signos y significantes del clown: colores, texturas, densidades.
Especial reconocimiento merece Guillermo Dilon, el Hombre orquesta, que ha
compuesto la música original de la obra.
Un paisaje sonoro que contextualiza la
plasticidad corporal, revitaliza lo circense, potencia las escenas apocalípticas
y sublima la épica. Integran, además, la compañía el Hombre forzudo, Diego
Churruca y los Gemelos Binoculares: Agustin Abad & Julia Franchino. Así, los contrastes y simbiosis del diseño
escenográfico, lumínico, musical y de vestuario se ensamblan en un único
universo poético.
Una carpa de circo, una enorme rampa atravesando la
plataforma circular, la vestimenta mixturada en colores y formas, el maquillaje
amplificando los rasgos, la ceremonia de piruetas, los globos, la ridícula
torpeza, el mimo, la mueca, el amague, los redoblantes …ilustran el campo
semántico del clown. Esta dimensión
circense conforma un tejido simbólico y significante que se construirá en función de una enorme
pelota roja, como la nariz. ¿La ínfima máscara se ha vuelto monumental?
Es que Chichifo ha
heredado una rutina ancestral: subir una pelota gigante por una rampa inclinada
hasta la cima, desde donde volverá a caer para repetir absurdamente el inútil esfuerzo. Calvario cotidiano, estigma circular, joroba amarga que ha hecho de su destino una comedia absurda, una alegría
hueca que algunos llaman vida. Castigo de Payaso – Sísifo condenado a la rutinaria sentencia de arrastrar mandatos
familiares y frustraciones. El suicidio, entonces, es la rebeldía, el acto heroico
y la proeza de transgredir o desobedecer ese mandato del fracaso propio alimentando la
risa ajena. ¿Qué otra salida queda cuando
el placer de los demás coincide con el
dolor propio? Chichifo apuesta a favor de la muerte para rehuir de su
destino, de este mundo clown que lo obliga a vivir en el fracaso para satisfacer
el placer del público. Tercer quiebre en la conmoción de los espectadores que
nos sentimos interpelados por el clown. ¿Acaso también nosotros somos ese mundo cruel del que desea liberarse?
Desde el comienzo ha revelado su dolor: el payaso ha perdido su sentido del humor y sólo en el sueño
constante del suicidio es capaz de redimir su hombría.
Finalmente, Chichifo alcanza su instante épico porque el
coraje triunfa sobre la agonía. Es el momento
del despojo, la desnudez de un hombre sobrepasando su destino absurdo. Metáfora legendaria y
mítica. El antihéroe se ha trascendido a sí mismo. ¡Adiós, Payaso! ¡Adiós,
Clown! Aunque la forzada risa y la festiva voz final del Ayudante de pista - interpretado por
Joaquín Borches - intente mantener la farsa, minimizar la tragedia…nosotros,
los espectadores, sabemos que hoy un payaso se ha redimido. ¡Redoblantes, por
favor!
Crítica Monica Berman.
El clown está de moda. Digo, lo que quiero decir, pululan los cuasi clowns (sí, “cuasi”), tal vez, los que toman dos clases y salen a escena. Como sucede con mucho de nuestro teatro nacional. Sin embargo, hay esperanza. Por lo menos, yo la encontré en un espectáculo de Tandil. Fui sin datos, lo que significa, sin prejuicios. Literal, sin juicios previos. El título ya se las traía. Es cierto, es un hallazgo “Adiós mundo clown”. Y como sucede con el arte, es polisémico. Por un lado, la remisión intertextual a la frase. Pero además, puede leerse literalmente: una despedida al/del mundo payaso. ¿Desaparecer payaso? ¿qué implica? ¿la desaparición de la nariz, del traje, del maquillaje? ¿de la reacción que provoca en el espectador? ¿la ruptura de la “función-payaso”? “No hace falta sangre para que haya tragedia” nos dirán al final. Y luego una tautología “Un payaso es un payaso” ¿cómo describe el segundo “payaso” al primer “payaso”? en eso, que no se puede decir, puede estar la clave. O no, nunca lo sabremos. Lo que sucede es que el espectáculo está construido en el borde. No, para ser más exactos, en los bordes. En todos los bordes posibles. En el de la actuación del clown, en la temática, en el espacio propiamente dicho, con todas las posibilidades típicas de las caídas, en el diseño de iluminación, que llega en algún momento a dejar el escenario a oscuras y que construye múltiples contrastes, en el borde de lo que puede provocar la risa o espanto. En el lenguaje, un payaso entre lo metafísico y lo metafórico. Un verdadero desafío del desequilibrio, en la escena y en el cuerpo. La falla, el error, elementos básicos de este universo, se hacen presentes pero cambian su orientación. Están pero para otra cosa. La escena también está construida con cuidado, los telones circenses, la rampa, el piso en pleno desgaste para soportar los pasos cansados del payaso. La música es el pulso vivo de los estados. El trabajo del clown denota una destreza física y unos movimientos de precisión milimétrica. Un magnífico espectáculo, oscuro, inteligente y transgresor en la misma línea que propone: elmodelo y su ruptura, la estética y su rechazo. El género y el antigénero para decirlo a la manera de Steimberg.
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